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Soy muy groupie y no lo niego

Algunas chicas tienen muy claro el tipo de perfil de hombre que las prende y, como casi siempre, sobre gustos se rompen géneros, a muchas les gustan los casados (o con novia), a otras los metaleros, los barbudos, los rubios… etc, etc, etc. Luego estoy yo, que por lo general y básicamente, me atraen los famosos. No lo puedo evitar. ¿Te pasa lo mismo? ¿Quizás es un poco sangrón? Aunque no creo, porque definitivamente soy groupie de toda la vida, pero en versión Telehit en épocas de Magneto. No todas podemos ser Nancy Spungen.

Si repaso mi historial de amantes, me doy cuenta de que nunca he salido con nadie “normal”. Con tan solo siete años me volví loca por el güerito que protagonizaba los comerciales de Marinela y que casualmente iba en mi misma escuela. Luego en la secundaria me ligué al profesor de gym (un ex jugador de fútbol bastante conocido que no puedo nombrar, sorry) y, al menos, conseguí que me dedicara todos los goles que marcó aquel año en la liguilla entre profes y alumnos. Suena muy a comedia americana, pero no, esto pasó en la Ciudad de México.

¿Siguiente ligue? ¿Un abogado tal vez? ¿Un médico quizás? Negativo. ¿Un panadero? Bueno, si participara en Masterchef igual podría ser...

“Good girls go to heaven, bad girls go to backstage”.

¡No! Mi siguiente novio fue, obviamente, un DJ. Después de los 18 comenzó el desenfreno nocturno y la conquista del backstage en los festivales de música. Vive Latino, Corona Capital… siempre en la búsqueda de los artistas más internacionales. Jajajaja, de oso, pero true story.

Aquí he de hacer una anotación para los lectores y lectoras más jóvenes, y es que llegar al backstage a principios de los 2000 no era nada fácil, era todo un arte con su consecuente éxito o epic fail. Hoy, ya sabemos todos y todas que con Instagram, Twitter, Facebook y YouTube, los artistas están al alcance de cualquiera. Se les puede escribir directamente e incluso hacer todo tipo de propuestas e invitaciones indecorosas, que ellos (en el caso de las cuentas oficiales) y/o sus managers, decidirán si aceptar o rechazar. Es otra historia. Pero en aquel entonces, tenías que hacer hasta lo imposible para entrar a esos backstage, ya que las cartas a los famosos no llegaban ni con el mejor cartero (ni aunque escribieras en el sobre ‘Dese prisa Señor Cartero, que es para el DJ que yo más quiero’).

Pero bueno, continuemos con mi historial de groupie. Tras años en festivales, y de sumar  DJ’s a mi lista de amantes, me pasé a los cantantes indies. Era fan del lookcito de chamarra de cuero y skinny jeans bien apretados. Mi velada favorita consistía en: barecito hipster y chela artesanal, concierto en primera fila, backstage y hotel. Hasta que me agarré al bajista de un grupo punk y la cosa se desmadró. Me empezó a ir súper mal en la universidad porque no pensaba en otra cosa más que en irme de gira con él y, después de un verano de desenfreno, rompimos.

¿Qué ocurrió después?

Me mudé a la Roma y descubrí que hasta en las cantinas más de mala muerte me podía topar, cualquier noche después de una función de teatro, a los standuperos y actores más conocidos. Y, por supuesto, ligármelos.

Ahora que ya estoy en plan más maduro, me gustan más los escritores… pero exclusivamente de bestsellers.

Siempre me he preguntado mucho sobre los motivos de esta tendencia mía, pero sigo sin encontrar respuestas. Así que, por favor, si alguien se siente como yo, que me escriba y montamos el club de soporte de Las Groupies Anónimas.

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