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¿De portal de citas a pedida de mano?

Un romance que nace en internet y que llega a una pedida de mano muy emotiva tres años después. Esa es la historia de amor de Cristina y Miguel.

Toma cualquier canción de los 80 de aquellas que hablaban del típico chico que conoce a la típica chica en el típico bar. Elige la canción que más te guste, “Don’t You Want Me” de The Human League si te da la gana (y si eres lo suficientemente viejo como para conocerla). Y, cuando la tengas, cambia lo de conocer a la chica en un bar por “conocerla en una app”. Sigue funcionando, ¿verdad? Al fin y al cabo, en los tiempos que corren, nadie torcería la cara y diría “Señor, la canción se trata de un tipo que conoció a su pareja en una app para ligar… ¡Qué creepy!“. Ya nadie se escandaliza cuando anuncias que conociste a alguien por internet. Y es que no sólo las apps y páginas web que existen ahora para conocer a gente no son las de antes, sino que nosotros tampoco.

Primero que nada, ahora disponemos de una cuasi infinita variedad de webs en las que registrarse, y cada una ofrece un producto y una experiencia algo diferente (para ellos, la única manera de sobrevivir en el mercado; para ti, un primer e importante filtro que te acercará un poco más a tu objetivo). Tenemos apps dirigidas específicamente a una orientación sexual u otra, tenemos páginas que juntan a gente basándose en sus gustos musicales o páginas cuyo único medidor es la posición de tu GPS. Existen webs en las que no se explicita abiertamente, pero reina el ligue rápido y fácil, y otras en las que se te promete que un algoritmo va a encontrar por ti a la persona con la que querrás pasar el resto de tu vida. Sin embargo, hacia estas última aún se profesa un cierto escepticismo. ¿Involucrarte emocionalmente con alguien a quién conociste en una app para ligar o llegar incluso a una relación formal? Bueno. Que levante la mano el que tenga menos de 55 años y nunca se haya visto con alguien a quien conoció por internet.

Pero, a ver, ¿que alguien que se hizo un perfil en la misma página en la que tú tenías uno, y entre todas las personas que se hicieron un perfil en esa misma página, y entre todas las apps y webs existentes en las que se podría haber hecho un perfil, sea la persona con la que te vas a casar el año que viene? Eso ya no es tan común. Aquí entra un componente de casualidad —que algunos se obstinan en llamar destino— más especial, más propia de lo que canta Pulp en “Something Changed” que de un frío algoritmo. Basta cambiar el “hacer un perfil” de un par de líneas más arriba por “ir a un bar en vez que a otro”, para darse cuenta. Sí, el amor verdadero también puede surgir en internet. Y, si aún me quedaba algún escepticismo al respecto, mi charla con Cristina disipó toda duda (además de arrancarme algún que otro “oooooooh” y muchos “jo, qué bonito” sin poder evitarlo). The pains of being una sensiblera at heart.

Cristina y Miguel se van a casar el año que viene. Ambos eran foráneos y ahora viven en la capital. Ella tiene 29 años, él 33. Nada que no hayamos escuchado antes. Hay muchísima gente que está en los treintas, o a sus puertas. También hay bastante gente que se muda a vivir a la capital. Y aún queda una cantidad considerable de gente en ese rango de edad que vive en la capital y que planea casarse el año que viene. Pero ¿cuántas de esas parejas se conocieron en AdoptaUnChico? No lo sé.

Pero lo que sí sé es que Miguel y Cristina se conocieron en AdoptaUnChico en su versión española en el lejano 2013, y que se van a casar el año que viene. También sé que su historia de amor es sencilla y natural, y llena a su vez de pequeñas sorpresas, de casualidades y coincidencias que se van tejiendo hasta que, sin darte cuenta, cada mañana te despiertas al lado de esa misma persona y tienes un anillo en el dedo y no sabes muy bien cómo llegaste hasta ahí, pero eres feliz. Por eso mismo llamé a Cristina y le pedí que me contara cómo Miguel y ella llegaron hasta ese punto.

Me explica que él ya había abierto un perfil alguna vez en alguno de estos portales de conocer a gente en internet, pero que ella no. Se creó un perfil en AdoptaUnChico porque trabaja en comunicación y, en un determinado momento, necesitaba usar la página como herramienta de trabajo. O sea, una razón para hacer un perfil que está en las antípodas del que busca salir con alguien… Y casarse ya ni te cuento. Que no quiere sonar mamona, me dice entre risas, pero que sinceramente nunca lo había necesitado. Las chicas podemos ligar súper fácil, y somos nosotras quienes tenemos el papel de escoger y seleccionar a un güey entre todos los que se nos acercan a hablar en un bar.

Lo interesante de AdoptaUnChico, me cuenta, es que no anula ese innegable poder de selección femenino que tenemos en la vida real: los chicos pueden visitar tu perfil y tú puedes ver quiénes son, mientras que ellos no pueden contactarte. Luego, si lo que ves te gusta, lo pones en tu “carrito” de la compra, y sólo hasta ese momento a ellos se les desbloquea la opción de hablar contigo. Entré jajás y jijís, y junto a un compañero de trabajo, Cristina introdujo algunas características: morenito, ojos claros, intereses comunes… Y le salió Miguel. Y ella lo reservó. ¿Qué carajo significa esto de reservar gente?, pienso, pero no pregunto para no interrumpirla. Se ve que esta era una opción que ya no existe en AdoptaUnChico, pero que en su momento, si eras un chico y aceptabas una “solicitud de reserva”, hacía que durante 24 horas no pudieras interactuar con ninguna otra chica de la página.

Pero sigamos… Cristina reservó a Miguel, empezaron a hablar, ella le mandó solicitud de amistad en Facebook enseguida porque no se fiaba de que las dos fotos que él tenía en su perfil fueran prueba irrefutable de que no era un bicho raro (¡chica lista!) y, así, tan sólo pasaron dos semanas hasta que decidieron quedar en persona. Me especifica incluso el nombre de la calle en la que quedaron de verse. Supongo que lo especifica porque es un detalle sin importancia que, sin embargo, no puede evitar recordar. Y que va a recordar siempre. Por muchos años que pasen, nunca olvidas la primera vez que viste a la persona que quieres.

Pero, bueno, se vieron y fueron a tomar unas cervezas. Después de las cervezas vino la cena, y después de la cena fueron a un antro y las horas volaron sin darse cuenta. Porque cuando estás con alguien y las cosas van bien, así es como funciona: las horas vuelan y, de repente, llevan hablando toda la noche y está amaneciendo y, por enésima vez, no sabes cómo has llegado hasta ahí. Pero eres feliz. Cristina y Miguel se fueron viendo cada vez más regularmente, y tres meses después coincidió que él buscaba departamento y ella buscaba a alguien a quien meter en el suyo. Y, entre amigos y familiares escandalizados porque se conocían desde hacía apenas tres meses y eso podía salir muy mal, se fueron a vivir juntos. Así hasta ahora.

Cosas de la vida: los mismos amigos que les decían que tuvieran cuidado con irse a vivir tan pronto juntos son los mismos que, tres años después, ayudaron a Miguel a preparar la pedida de mano sorpresa a Cristina. Él, que lleva junto a sus amigos una productora que se dedica justo a hacer vídeos de boda, le dijo que necesitaban ejemplos de vídeos y fotos que poner en la web para promocionar el producto, así que sugirió que fueran a un lugar bonito en las afueras e hicieran las fotos y el vídeo promocionales ellos dos. Y mientras estaban acabando de grabar el vídeo, Miguel le saca el anillo. No hace falta imaginar la reacción de Cristina: tenemos el vídeo.

Pero me gusta cómo me lo cuenta ella, “yo, claro… emocionadísima”. Se ríe, le noto la voz más dulce. También le cambia la voz cuando le pregunto qué es lo que le gusta de Miguel. Y le pregunto qué es el amor, se ríe y suelta un “ufff” y se vuelve a reír. Entonces me doy cuenta de que tanto a la pregunta sobre qué es el amor como sobre qué es lo que más le gusta de su pareja, Cristina contesta lo mismo. Él es cariñoso, y la hace reír, la hizo sentirse cómoda desde el primer instante. Hace perfectamente su vida sin él (las fiestas navideñas, por ejemplo, las pasan cada uno con su familia), pero junto a él la vida es aún mejor. Y el amor, dice, es amistad, es compromiso, es tener a tu lado una persona que sea tu compañera, que sea tu amiga, que te haga feliz y que quieras hacer feliz. Cuando las dos personas se quieren, el amor es sencillo y natural. Sin melodramas, sin conversaciones enrevesadas y estrategias de poder sobre el otro.

Finalmente, como decía al principio, no sólo han cambiado las páginas web de conocer a gente, sino que hemos cambiado nosotros también. No es que la gente ya no se conozca más que por internet, con sus tiempos acelerados y frenéticos. El caso es que el internet, aunque no sea un lugar físico, también es un lugar. Un lugar como otro donde puedes coincidir, por una mera casualidad, con alguien a quién tres años después le estarás pidiendo matrimonio.

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